martes, 16 de noviembre de 2010

Luisgé Martín

El próximo 24 de noviembre a las 8:30 horas, miércoles estará con nosotros Luisgé Martín, autor de Las manos cortadas, en la capilla del parador de Zafra. En nuestra localidad celebramos la semana de la literatura y dentro de estos actos se inserta el nuestro. Participamos de buen grado en esta Gran Semana, que culminará con la entrega del premio Dulce Chacón a Belén Gopegui, autora que estuvo con nosotros en el seminario y que felicitamos sinceramente pues su libro deseo de ser punk se lo merece.
Luisgé nos hablará de su última novela y de su obra. Al día siguiente estará con los alumnos en el IES Suárez de Figueroa por la mañana. Hemos tenido que cambiar la fecha prevista, porque el autor lo ha solicitado debido a un compromiso que le ha surgido a última hora. Enlaces relacionados con el autor: http://www.alfaguara.com/es/autor/luisge-martin/ http://www.lecturalia.com/autor/299/luisge-martin Os transcribo la página 458-9 de su última novela para que vayáis preparados a este encuentro:
El día quince de julio, sábado, a las doce del mediodía, Jorge salió de su casa y cogió el metro en la estación de Argüelles. Hizo transbordo en Sol y viajó en la línea 1 hasta Atocha Renfe, la parada desde la que se accede a la estación de ferrocarriles. Allí, anduvo sin rumbo por el vestíbulo principal durante algunos segundos y luego enfiló el camino de los retretes. Cuando le vi entrar receloso, mirando a derecha e izquierda, examinando con atención a las personas que rondaban por la zona como él, sentí júbilo. Esperé cinco minutos exactos para tener la certidumbre de que misospecha no estaba errada y después entré tras él. Desde la puerta, medio escondido aún, observé cómo él y otros hombres deambulaban por allí como abejas en panal. Se acercaban a los mingitorios para orinar, se mojaban a continuación las manos en los lavabos, fingían atusarse el pelo o componerse la ropa sin dejar de espiar por el espejo los movimientos de la gente que entraba y salía, volvían a los mingitorios o se metían en alguna de las cabinas cerradas esperando compañía. Cuando me asomé, Jorge estaba cerca de los lavabos intentando seducir con muecas a un chico joven que se secaba las manos bajo el chorro de aire caliente de una máquina. Le hizo una seña obscena y se fue a un mingitorio a esperarle. Antes de que el chico se moviera, yo entré y me puse en el mingitorio contiguo. Me desabroché el pantalón y aireé la verga todo lo que pude. Traté de tener una erección, pero en esas condiciones no lo conseguí. Jorge no me miró a la cara. Se interesó primero en mi sexo, en la procacidad de la masturbación que yo había comenzado. - ¿Te gusta todavía mi polla?- pregunté de repente, buscándole los ojos-. Puedes chuparla, si quieres. Así cuando beses a tu mujer o a tus hijos el aliento te olerá mejor. Jorge tuvo un instante de pánico. Dio un paso atrás, separándose de la loza, y se quedó en una postura ridícula: medio vuelto hacia la sala, con la bragueta abierta y el miembro colgando entre sus dedos. Por la mirada le cruzó rápidamente el recuerdo. - Hijo de puta- dijo y salió corriendo mientras se abrochaba el pantalón. Yo sentí alivio y pensé, extrañamente, en el cuerpo muerto de Salvador Allende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Expresa tu opinión